¿Por qué los utilizamos tanto?
Los números son la base de todo, o de casi todo. Y eso que los números tienen una única función: comparar. Puede parecer demasiado simple, pero es que los números son simples.
Los empleamos, por ejemplo, para definir una medida: una persona que mide 2 metros es más alta que la que mide 1.80. Y de igual forma sucede con la temperatura, la velocidad, la fuerza y cualquier otra magnitud física.
Pero no solo se emplean los números para comparar variables físicas, también se emplean para “ordenar” a las personas en distintos aspectos. Por ejemplo, para poder estudiar en una Universidad española se ordena y selecciona a los futuros alumnos comparando sus notas. Pero es que hasta en la carnicería de cualquier supermercado se utilizan números para atender a los clientes en orden de llegada. Cuando comparas tu número con el que aparece en una pantalla, te haces una idea del tiempo que falta para que te atiendan.
Lo dicho, los números están por todas partes. Son útiles y cada vez más importantes.
También es cierto que hay cosas subjetivas a las que no es posible asignarles un número, no es posible medirlas con ningún instrumento. Cosas como los sentimientos: tengo un nivel 10 de alegría. ¿10? ¿comparado con qué? No tiene sentido.
Pero también hay otras cosas que, aunque parecen subjetivas, no lo son tanto. Por ejemplo: el prestigio. ¿Es el prestigio de una persona subjetivo?¿Es el prestigio de un evento subjetivo?¿Es el prestigio de una institución subjetivo?
Estamos convencidos de que no, el prestigio no es algo totalmente subjetivo. El prestigio es algo constatable y ha llegado el momento de demostrarlo.
Ha llegado el momento de Prestigyo.
Vires in numeris.
CMR.